INSTITUTO OSCAR MASOTTA




Con el título: "Informe de la reunión del Consejo de la AMP", que tuvo lugar en París el 30 y 31 de enero de 2010, se publicó un breve texto referido a la articulación de las Escuelas y el pase que lleva como título: "El Pase, la Escuela, el éxtimo". Esto permitió relanzar el debate tanto en la ELP como en la NEL.

Reunir tanto "El debate de la ELP" Nueva serie (33) como el Boletín aperiódico de la NEL: "En primera persona" N° 4 después del comunicado de la AMP, son una manera de tener a nuestra comunidad atenta al debate en el que ambas Escuelas están concernidas respecto al pase.

La ELP, en este número, y a partir del comunicado de la AMP, renueva el debate sobre el pase con nuevas contribuciones de sus miembros, donde se replantea la puesta en marcha de un cartel de la ELP.

La NEL, por otro lado, en una situación diferente a la ELP, da cuenta también de su relación al pase sin tener aún en función el dispositivo. Varios textos de miembros de diferentes países que conforman la NEL, dan un panorama de su situación.

Dudy Bleger
Febrero de 2010





El pase, la Escuela, el éxtimo


Hemos constatado, después de ver el panorama de las Escuelas europeas (ECF, ELP, SLP, NLS), que la articulación entre el Uno y lo Múltiple no es ciertamente óptima. La misma plantea menos problemas para las Escuelas americanas (EOL, EBP, NEL). Todavía es necesario distinguir la articulación de las Escuelas y la AMP en el plano asociativo y la cuestión propia de la Escuela Una en su relación a las Escuelas.


Desde el punto de vista asociativo, resulta que la vida de la AMP se complejiza y, sin dudas, habrá que mejorar los instrumentos de articulación entre la AMP y las Escuelas. El Vice-presidente hizo saber que él quiere prolongar la duración de la reunión anual del Consejo de la AMP, y de las reuniones del bureau. Por lo demás, proponemos que la AMP pueda recurrir más frecuentemente al envío de “encargados de misión” a las Escuelas, en función de las actualidades que se hacen sentir[1].


Más allá de las cuestiones asociativas, partimos del examen de las particularidades de la situación española para hacer de la misma el paradigma de nuestra reflexión. Las demandas que emanan de la ELP respecto a tener un cartel del pase propio en la Escuela son coherentes con la idea misma de una Escuela de Lacan, en tanto esta es una Escuela del pase. El cartel del pase de la ELP está situado actualmente en el seno de la FEEP por razones históricas. Si las instancias de la ELP consideran que para esta Escuela ha llegado el tiempo de tener su propio cartel, el Consejo de la AMP apoyará este paso y estará atento a sus consecuencias, particularmente sobre el número de candidatos que se presentarán al dispositivo del pase en España. No obstante, mantenemos la idea de que la aplicación del principio del éxtimo a un cartel del pase, de una forma u otra, es recomendable a fin de descompletar las identificaciones grupales y obtener un efecto de deslocalización. El éxtimo introducido en el caso de una eventual nominación es una práctica habitual en los carteles del pase de las diferentes Escuelas, desde la más antigua, la ECF. Esta extimidad puede estar presente en el interior mismo de los carteles como es el caso de la EOL o de la EBP. Estas propuestas serán presentadas en la reunión de todos los carteles del pase en la víspera del Congreso de abril. Serán también discutidas en la Asamblea de la AMP.

Traducción: Viviana Fruchtnicht




Carta de Estela Paskvan a

Eric Laurent, Jacques-Alain Miller, Lucia D’Angelo




Querida Lucía D’Angelo,

Cher Eric Laurent

Cher Jacques-Alain Miller



Acabo de leer el Comunicado del Compte rendu de la réunion du conseil de l’AMP. Allí se anuncia la posibilidad de que la ELP pueda tener su propio cartel del pase. Si la noticia me ha alegrado mucho, no dudo que compartiré esa alegría con muchos colegas de esta Escuela. Sé la responsabilidad que implica emprender esta vía y seguro que también otros la sentirán.

Si el cartel de la ELP está situado actualmente en el seno de la FEEP por «razones históricas », las instancias de esta Escuela deberán considerar si ha llegado el tiempo de regular un cartel del pase y abrir la vía para hacer efectiva la Escuela del Pase. En ese sentido les hago llegar mis primeras impresiones para contribuir en esa decisión.

1) Creo que estamos de acuerdo en que no se trata de tener un nuevo reglamento y que las instancias brinden por la « autonomía »; eso podría hacerse en pocas horas y « sin disparar un solo tiro » como dicen los generales. Entiendo que apostar por él sí implica inaugurar un tiempo para constituir un verdadero movimiento (palabra de JAM en la Conferencia sobre el pase) en la ELP para reflexionar y debatir sobre el pase y su regulación. Me excuso por repetir mi recuerdo: así como se hizo en la EEP para implantar el dispositivo.

2) Para lograr que todos los miembros y no miembros se vuelvan a sentir concernidos tenemos ahora mayores ventajas. No empezamos desde cero, hay una experiencia de 15 años. Pero lo interesante es que actualmente la podemos examinar desde un nuevo momento que no es cualquiera: es el pase de la Proposición el que estamos interrogando desde otro Lacan. Y en consecuencia, el dispositivo también. No hay peligro de repetir una «doxa». La ocasión es verdaderamente propicia para generar ese movimiento. Y la ELP no estará sola en esto, formará parte del mismo movimiento que recorre otras Escuelas.

3) Ya en distintas comunidades de la ELP hay espacios y debates. Pero también hay que decir que es allí donde comprobamos las inercias locales. La lista ELP-Debates-Nueva Serie se ha mostrado como un excelente instrumento para contrariarlas: la transmisión casi al día de las contribuciones de los miembros españoles y de otros colegas que aparecieron en los JJ han producido animación. Pero sabemos que eso no alcanza si nos comprometemos en este nuevo paso.

4) Como comuniqué a Eric Laurent y Lucía D’Angelo después de la Conferencia sobre el Pase, el actual cartel se ha comprometido en la animación del debate en la medida de sus posibilidades. Estamos en una posición que conviene, suficientemente deslocalizada como para no entrar precisamente en las inercias locales. El próximo 6 de marzo nos reuniremos y entonces conversaremos sobre próximas intervenciones. El Consejo de la ELP puede contar con nosotros a la hora de pensar planes de acción para la corta y larga duración.



Los saludo con afecto

Estela Paskvan

10/2/ 2010





Un debate abierto que vivifica la ELP

Hebe Tizio



La lectura del Comunicado del Consejo de la AMP en lo referido al pase da continuidad a un debate abierto que vivifica la ELP. Ello permite constatar, una vez más, que la función del dispositivo del pase va más allá de la verificación de la producción de un analista, pues cada vez que se lo toca en la discusión se genera un borde liberador de energía.

Siempre me he sentido concernida en la Escuela del pase, seguramente porque para mí la referencia ha sido la Escuela Una, porque cuando fui nombrada AE lo fui de la Escuela Una. Además siempre pensé que por su definición como vacío e instrumento para luchar contra la inercia de las escuelas, el cambio debía gestarse a partir de ella. Esto sin duda porque su función está en resonancia con el hecho de que para mí lo que mantiene la posición del analista es su posición como analizante, el modo de tratar sintomáticamente la tendencia a la inercia de lo incurable del modo de goce. No creo en carteles nacionales ni autonómicos, porque no son esos los significantes que convienen al discurso analítico. La cuestión de las escuelas y menos la del pase nunca se ha planteado en esos términos ya que la “geografía” del campo freudiano no ha sido la de las fronteras del discurso del amo. Es un mapa alrededor del A barrado, de allí que la pluralidad de las escuelas tuvo siempre como contrapunto a la AMP y al agujero de la Escuela Una. Lo que las anuda y agujerea.

Si el pase es de la Escuela Una es deslocalizado. Si de lo que se trata es de la localización del dispositivo hay que saber si es necesario y si es el momento oportuno para asumirlo desde ELP. Se trata de una interpretación.

¿Efectivamente lo pide la ELP? Será el movimiento de la escuela sujeto el que permitirá hacer emerger el deseo en juego para concluir sobre el cambio.

En el Comunicado se dice, en referencia a la creación del cartel, que el Consejo AMP “estará atento a sus consecuencias, particularmente sobre el número de candidatos que se presentarán al dispositivo del pase en España”.

Sin duda que la Escuela de Lacan sostiene su deseo de pase con un cartel que es tal en la medida que elabora los trozos de real que los pasantes ceden y los pone en circulación no sólo al interior del campo freudiano, sino como decía Lacan, fuera de él también. Sin embargo, no creo que las pocas demandas de pase se deban a la falta de un dispositivo propio de la ELP. Sí pienso que la conversación sobre el tema podrá servir para vivificar y causar el deseo de pase y, fundamentalmente, relanzar el tema de los finales de análisis, la necesidad del colegio del pase, de la producción de saber alrededor del agujero.

Por eso creo que hay que diferenciar lo que sería una necesidad lógica de un cartel del pase en una escuela lacaniana del aumento del número de candidatos. Insisto en que esto podrá suceder si hay en juego un deseo de pase resonando en la escuela sujeto.

Es el momento en el que todos estamos convocados, cada uno con sus responsabilidades, instancias más que incluidas, para conversar sobre estas cuestiones en el marco del afectio societatis.



Hebe Tizio





La Escuela del pase

Montserrat Puig



El Consejo de la AMP ha recogido en su último Comunicado la posibilidad de que la ELP tenga un cartel propio del pase. No creo que se trate de hacer simplemente un reglamento nuevo, eso no tendría gran alcance, sino de relanzar la experiencia de la Escuela del pase. Repetimos que no hay Escuela sin pase ni pase sin Escuela. Este nudo se nos presenta, una vez más, sobre la mesa como central a nuestra experiencia de Escuela. Tenemos la posibilidad de, en un movimiento que implique a toda la escuela (instancias, miembros, socios de sede y “recién llegados”), poder renovar los interrogantes que atraviesan su experiencia: Cómo se analiza hoy, cómo se terminan los análisis, qué es un analista, el pase clínico, el dispositivo del pase. La Escuela, más allá de su vertiente asociativa cuyo buen gobierno se hace imprescindible para su existencia, se nos presenta una vez más en las preguntas cruciales a cielo abierto.

Para ello si bien toda la escuela está convocada, seguro que el Consejo y el actual cartel hispanohablante del pase de la FEEP sabrán animar las condiciones, contando con la experiencia acumulada de los últimos años, para orientar el debate necesario para la gran conversación en la que estamos. Un debate que deberá ser, a mi entender, transversal a la organización en comunidades de la ELP, de nuevo lo múltiple en nuestra Escuela nos llevará a inventar, y evitar así el encierro en las inercias locales que lleva al adormecimiento de lo vivo de las cuestiones cruciales.

Me alegro de la nueva oportunidad que se nos abre. El Congreso de la AMP en abril con la Asamblea y la gran conversación será sin duda un momento de escansión y nos permitirá conversar con la amplia comunidad que forman los miembros de la AMP. Otras escansiones serán también necesarias antes de concluir. Todo ello se producirá si nuestro deseo nos empuja en la dirección de la Escuela del pase que es sin lugar a dudas la dirección de la Escuela Una encarnada en cada una de las escuelas.



Montse Puig

10/2/2010





¡Bienvenida sea la Edad del deshielo!

Julio González



La lectura del Compte rendu de la réunion du Conseil de l’AMP de enero de 2010 me ha producido un efecto de alegría, que se deriva en primer lugar del siguiente argumento: "las demandas que emanan de la ELP de tener un cartel del pase propio a la Escuela son coherentes con la propia idea de una Escuela de Lacan, en tanto que es una Escuela del pase". Encuentro en esto una interpretación que tiene un efecto de vivificación, de apuntar a lo vivo, y que nos sitúa en un horizonte de Escuela.

Así mismo me parece que si la Escuela de Lacan es la Escuela del pase, se trata ahora de poner en el corazón de la ELP el dispositivo del pase y lo que conlleva así como de responsabilizarnos de sus consecuencias. Contar con un cartel de la ELP apunta a esto, y en ello también encuentro mi alegría.

De dicho Compte rendu me parece crucial el punto siguiente: "Si las instancias de la ELP consideran que ha llegado para esta Escuela el tiempo de tener su propio cartel....." ¿Es el tiempo de tener nuestro propio cartel?, me pregunto. En este punto me parece que nos podemos remitir al último comunicado del Consejo de la ELP, en donde se señala que estamos en el momento de reconstrucción de la Escuela.

Evocando un texto de Gil Caroz aparecido en el Journal des Journées nº 88 [El Debate de la ELP Nº 32] apostar por constituir un cartel del pase propio a la ELP reintroduce en la Escuela la dialéctica del Uno y lo Múltiple, dialéctica que descongela el silencio y relanza la conversación. Es decir, permite reconstruir la Escuela en torno a S de A barrado, pone en el corazón de la ELP el agujero innombrable del no-saber.

Así que ¡bienvenida sea la edad del deshielo!



Julio González

10/2/2010





Experiencia-contraexperiencia

Gustavo Zapata

(NEL-Caracas)



La NEL será nueva, pero no sin historia... (Una amiga)



En el año 2000, el viernes 16 de junio, el número 9 de La Quotidienne consigna una carta de Jacques Alain Miller a la lista INES (Iniciativa Nueva Escuela) fechada el 1 de junio, en la que detalla sus propuestas acerca del documento fundacional que debía servir de pacto simbólico para la NEL. Explica que para esta ocasión, para fundar una Escuela se requiere un documento de este tipo por la pre-existencia de la ECFC, y dice:

“Lo difícil es desprenderse de esta experiencia pasada para abrir nuevas sendas. El vínculo analítico en toda la región se fundó sobre la ECFC, bajo distintas formas, desde las pertenencias individuales hasta la conexión de grupos asociados y el Pacto de Caracas. Entonces, la fundación de una nueva Escuela está determinada por lo que fue la Escuela de Caracas. A la vez, la nueva Escuela no puede inscribirse como una continuación de la antigua, que está muriendo de un exceso de transferencia negativa, tampoco como su Aufhebung, sino como su contra-experiencia, tal como la Escuela de la Causa fue la contra-experiencia de la Escuela Freudiana de París. Lo interesante en mi opinión seria hacer del documento la carta de la Escuela en tanto contra-experiencia.”

¿Qué significa que “la fundación de una nueva Escuela está determinada por lo que fue la Escuela de Caracas” y, al mismo tiempo, “no puede inscribirse como continuación de la misma”? Pues, a mi modo de ver, significa que ir de una a otra pasa por la elaboración de “lo que fue”, que no es otra cosa que su conversión en resto fecundo. Y, si convenimos en ello, entonces “lo que fue” no puede caer bajo el peso de la represión, porque, lección freudiana elemental, lo reprimido retorna. Es decir, si queremos efectuar la contra-experiencia de la ECFC, es esencial hacer de la experiencia de la ECFC resto fecundo, ni tabú ni fetiche.

Y como hemos sido invitados por el Comité Directivo de nuestra Escuela a hablar en primera persona, he tomado la decisión de compartir con todos lo que de resto fecundo queda para mí de la experiencia en una Escuela del pase, esto es, la ECFC, a ver si logramos cernir algunas coordenadas mínimas que nos permitan realizar la NEL en tanto contra-experiencia de la ECFC.







Primer viraje: la instalación del dispositivo.



El año de 1992 fue un año acontecido. Trabajamos mucho en la preparación del encuentro internacional Estrategias de la transferencia en psicoanálisis y el punto culminante fue la sesión del seminario hispano-parlante. El tema: Fin de Análisis, que era el tema del siguiente encuentro en París. El 28 de julio la Escuela tuvo una reunión con Jacques-Alain Miller para la instalación del dispositivo del pase, lo que dio pie para una serie larga de reuniones en la que participamos todos, miembros, asociados y esos que en esa época llamamos “participantes”, desde octubre de ese año. Con rigor, muchas preguntas y pocas respuestas, con la única brújula de un deseo decidido de pase, comenzamos un trabajo arduo, con tres seminarios internacionales dedicados enteramente al tema del dispositivo del pase y el final del análisis, que culminaría en 1994 con la elección del primer secretariado del pase, la primera lista de pasadores y el primer cartel del pase. Para mí fue fundamental, y tuvo consecuencias directas en mi posición en la institución, en el dispositivo de la cura (como analizante y en mi autorización como analista) y en la vida, cambió radicalmente mi relación con la escucha, la escritura y el saber para siempre, en particular a partir de mi papel como escriba de las actas del debate. Es lo que puedo llamar sin duda el primer viraje. Toda la Escuela, sin excepción, se movilizó para la instalación del dispositivo. De ello da cuenta la ingente y calificada producción de los miembros y asociados aparecida en El Correo de la ECFC, desde el editorial del número 10 (noviembre de 1992) a cargo de Ronald Portillo (Momento de franqueamiento), hasta el escrito Mi experiencia en el cartel del pase de Lupe Tobía en el número 27 (enero de 1998), con dos números dedicados especialmente al tema (el número 13 Umbrales del pase, y el número 15 Pase y Escuela en la AMP, enero y octubre de 1994, justo antes y justo después de la instalación formal del dispositivo). Como estaba previsto desde el año 1992, los carteles del pase incluían un éxtimo para la consideración de los testimonios. Así, a Genévieve Morel, Collette Soler y Rosa María Calvet, que estuvieron en Caracas antes de la instalación del dispositivo, se sumaron Pierre Naveau, Bernardino Horne, Eric Laurent, Esthela Solano, Pierre Gilles Gueguen, Miquel Bassols y Jacques Alain Miller, desde el 94 y hasta el 98. Su paso por la Escuela quedó debidamente registrado en los números respectivos de la revista Entredichos. Sin descuidar su lugar de interlocutor en la cultura y en la ciudad, atendiendo las exigencias del paso dado en el 92 con la creación de la AMP, y los crecientes compromisos adquiridos con las demandas de trabajo de los colegas de la región, la Escuela continuó su trabajo de elaboración en torno al dispositivo del pase, ya como experiencia en curso, con la mayor seriedad, discreción y prudencia.



Segundo Viraje: el dispositivo en funcionamiento.



De acuerdo a mis notas de la reunión institucional con Miller el 28 de julio de 1992, desde el vamos el dispositivo de Caracas estaba bajo la égida de La pregunta de Madrid (Uno por Uno nº 17, 19-23, abril 1991), por lo que, debido a la coyuntura precisa de la época de su instalación, lo que se denominó la ampliación del ámbito de la ECFC, el dispositivo funcionó como puerta de entrada a la Escuela, lo que implicó que algunas demandas de pase estuvieran articuladas a la entrada a la Escuela o desembocaran en ello. Se debatía intensamente en todas partes la tesis del “momento de pase” en la cura, por cierto, a mi manera de ver, antecesor directo de la tesis actual de los ciclos.

En un determinado momento, con ocasión de un evento de Escuela, me entero que he sido designado pasador, obviamente por la solicitud de un pasante que desea convenir conmigo las condiciones para rendir su testimonio, tal y como estaba previsto en el reglamento. Hubo tres tiempos en mi reacción: la sorpresa, el vértigo, la responsabilidad.



La sorpresa.



Por haber leído toda la bibliografía disponible, estaba familiarizado con una cierta teorización del papel del pasador en el dispositivo. Placa sensible, el pasador transmite una marca que recoge en el testimonio del pasante que permite al cartel verificar un franqueamiento, en palabras de El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, consiste en hacer pasar al cartel el color del disco del pasante. Hasta ahí todo bien, la teoría es clara. Pero fue muy distinta la experiencia de vivirlo. Estar allí, como los prisioneros del cuento, calculando...



El vértigo.



No es un cálculo colectivo, como el del Cartel del pase. El cálculo del pasador es solitario y no tiene otro referente que su posición des-sujetada respecto de la palabra. Por razones de estructura, la angustia ligada al descubrimiento de mi condición de pasador introdujo una sensación de vértigo por las viejas amarras de goce que comenzaron a deshacerse en la cura, dando paso al consentimiento. A la escucha del testimonio del pasante, al cribado de mi trabajo como pasador, a un cierto desapego de la palabra propia.



La responsabilidad.



La tarea del pasador es de mucha responsabilidad, y exige un alto nivel de compromiso con la causa analítica, con el pasante, y con la Escuela, en ese orden, al menos para mí. Asumir esa responsabilidad implicó para mí una nueva relación con la palabra, escrita y hablada, propia y del otro, que incidió de un modo sustantivo en el trabajo de presentar el testimonio ante el Cartel del Pase, y más allá, en mi práctica, mi relación con la Escuela y con el Otro. Me sentí útil, en el sentido de herramienta, y, además de novedoso, fue entusiasmante. Fue, superados la sorpresa y el vértigo, el segundo viraje. Fui escuchado por el cartel de modo respetuoso, inquisitivo, muy interesado en la reducción epistémica del testimonio, de una manera que me permitió captar el poder formidable del dispositivo inventado por Lacan, a la vez que me sentí íntimamente satisfecho de ser parte de un útil tan refinado.



A manera de conclusión, para empezar...



¿Qué puedo condensar de lo dicho a manera de eje para un debate? Primero, que el pase como dispositivo institucional tiene un poder enorme, sólo con ponerlo a circular como pregunta. Por ejemplo, la ECFC tenía El Correo de la Escuela, que hasta el año 92 contaba 10 números, poco más de uno por año desde su fundación. Después del 92 y hasta su disolución, más o menos en el mismo tiempo, se cuentan 21 números, entre dos y tres por año. Y no sólo se trataba de cantidad. Segundo, que el pase subvierte el orden institucional vaciando del sentido que las organizaciones analíticas dan a la pregunta ¿qué es un analista? bien por el ángulo de las identificaciones a los lugares de gestión y/o políticos, bien por el de la prestancia de los recorridos, bien por las destrezas particulares, lo cual produce no poca conmoción. Y tercero, que si es cierto que el dispositivo tiene estas consecuencias, entonces la Escuela del pase debe contar con fórmulas o mecanismos ad-hoc que permitan recoger de la buena manera esos efectos. Lamentablemente, la ECFC no pudo contar con eso, a mi manera de ver, por el efecto brutal de la crisis de la AMP en el '98, que se sumó, contingentemente, a la subversión que operó el pase en su estructura. Pero ese es otro tema. Ya habrá tiempo para debatir al respecto.

PS.: Al filo de concluir este pequeño texto, veo la nota de mi amigo y colega Mario Elkin Ramírez. Saludo su bien-decir y celebro su incorporación al debate.





¿Qué consecuencias para una invitación-interpretación?

Susana Dicker

(NEL-Guatemala)



Inicio unas breves reflexiones recordando las palabras de Judith Miller en su discurso de apertura de Enapaol, cuando cita lo que considera una interpretación de Jacques Alain Miller, de octubre de 2008; un axioma al que da valor de interpretación: “Lo que forma a un analista es su propio análisis, no el análisis de los otros”. Pero- agrega Judith Miller- “sin las consecuencias de esta interpretación, ésta se vuelve una tautología”.

Sabemos que hubo consecuencias. Noviembre de 2009 nos despertó a todos desde las jornadas de la ECF, las de Valencia y la semana en Buenos Aires. Nos despertó de nuestra vigilia de neuróticos- como diría Jacques Lacan. De allí a la fecha, hay todo un movimiento que puede dar testimonio de ello. Un “movimiento analizante”, como lo nombra Eric Laurent, del que no es ajena la iniciativa de nuestro boletín. Un movimiento que es respuesta a la propuesta de “desmasificación de la enunciación”.

Primera reacción de mi parte: ¿cómo pensar esa “desmasificación de la enunciación” si ella, por definición, por la relación tan singular con el inconciente, se supone “desmasificada”?

Luego el nombre de nuestro boletín: “En primera persona”. Sabíamos que la invitación era al sujeto de la enunciación. Pero el yo del enunciado -aunque atrapado en sus propios espejismos- también es primera persona, como lo es, aunque en plural, el nosotros de la identificación en los grupos. Es lo que nos enseñó la gramática, pero también la teoría y la clínica psicoanalítica y nuestra experiencia institucional, cuando ambos están siempre prestos a aparecer desde las trampas de lo imaginario.

Entonces la inquietud y la pregunta: ¿Podría mantenerse la distancia entre el enunciado y la enunciación en nuestros decires? Distancia clave para consentir la entrada en análisis. Distancia clave para decirse analizante. Los analistas ¿podríamos sostener el bien-decir que se espera de su posición analizante cuando la oferta que se nos abre es producir la conversación en la Escuela?

Preguntas básicas, elementales, antes incluso que las que pueden llevarnos a pensar las cuestiones que al pase se refieren.

La experiencia en Buenos Aires, la sobriedad de los testimonios de los AEs y de los que no lo son; el deseo renovado por la Escuela, por el psicoanálisis, por el propio análisis en los que estuvieron allí presentes y regresaron a sus sedes -algo que se hizo manifiesto en la sede de mi ciudad, en la Noche de Escuela con la que abrimos las actividades del 2010- todo ello permitió que cedieran los temores encerrados en esas preguntas y dieran paso a un optimismo que confía en el compromiso con nuestra posición analizante, en la responsabilidad de cada miembro respecto a su formación y al lugar que le compete en la Escuela.

Las preguntas de Lizbeth Ahumada en el número uno del boletín desafían la inercia en la que caemos tan fácilmente. Y lo dice bien: no es que tenga que haber ya, ahora, pronto, en la NEL, AEs. No es sacarlo de nuestra perspectiva, pero sí admitir un tiempo lógico también para la Escuela. Se trata más bien de hacer de la nuestra, una Escuela de analizantes, el ejercicio analizante en los testimonios de la clínica y en el decir sobre nuestra relación al inconciente. Despertar a “la masa dormida” cita Juan Fernando Pérez a Miller, “hacer de ella la mejor política que el psicoanálisis puede darse hoy”, como leemos en la conversación de la ELP.

Me leo y pienso: una invitación a la enunciación, a la primera persona y ya he citado a tantos referentes. Pero es ese un trabajo en la Escuela como Escuela Una, donde lo Uno y lo múltiple pueden entrar en una consonancia epistémica sin borrar las diferencias en la enunciación.





Efectos de la política de la enunciación

Claudia Velásquez

(NEL-Medellín)



Aun con imprecisiones sobre lo que significaba “una política de la enunciación”, me aventuré a dar cuenta, mediante un texto escrito, de un pasaje de mi experiencia como analizante, con la fantasía de enviarlo al congreso y de poder leerlo allí en el mes de abril. No sé aun si la fantasía se realice pues será el texto quien hable por mí ante los lectores que hagan la selección, pero el empujar las palabras producidas en una sesión de análisis, hasta llevarlas a un escrito dirigido a una comunidad analítica, produjo ya su efecto. Me refiero a dicho efecto en los siguientes tres puntos:

1. Hacer pasar de un registro a otro:

Tomar un fragmento de la experiencia de análisis para ser transmitido a otros, implica ir de la pura experiencia al lenguaje del Otro, del goce solitario del dispositivo analítico, al deseo de ser escuchado-leído, por otros.

2. Causar lo posible:

En tanto no ha habido final de análisis, se ha dado la imposibilidad de la transmisión de lo subjetivo instalada quizás por la idealización del pase que incluye los fantasmas de exigencias inalcanzables de formación. Dicha imposibilidad cesa y al cesar lo imposible, aparece entonces la posibilidad de que algo del análisis y del sujeto, pase.

3. Una apertura al análisis:

Se abre un camino de posibilidades: hacer con otros momentos y acontecimientos del análisis, aun mudos, guardados, acumulados, este trabajo de elaboración para hacerlos hablar y con ello, también, obtener nuevas ganancias de saber







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[1] N.de T: “actualidades que se hacen sentir”, se refiere a las actualizaciones necesarias en cada momento, a las necesidades coyunturales.
BICENTENARIO

REPÚBLICA ARGENTINA



1810 - 2010






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" CIEN AÑOS DE PSICOANÁLISIS EN LA ARGENTINA "


17 de abril, 2009






Un siglo de historias e histerias
“La historia que vendrá habrá convertido los testimonios,
las memorias y las demás producciones ‘militantes’ de los diversos grupos
en una nueva dimensión de la historiografría argentina”,
sostiene el autor



Por Germán García *


En 2005, Graciela Avram publicó una sátira, breve y documentada, sobre las terapias alternativas al psicoanálisis. Cuando se la lee aparece una diferencia con lo que acontece, por ejemplo, en Francia. Si allá las terapiascognitivasconductuales (TCC) se proponen como máquinas de guerra diferenciadas, entre nosotros se construyen por asimilación simplificada del vocabulario del psicoanálisis. Es decir, para entender el estado de la cuestión en el psicoanálisis actual hay que llamar la atención sobre la asimilación de su práctica a la psicología. Eso lo muestra ya desde el título el excelente libro de Alejandro Dagfal: Entre París y Buenos Aires - La invención del psicólogo. De paso, vemos que la mezcla de psicoanálisis y psicología tiene su marca de origen en Francia; en este punto es muy claro Michel Foucault en una entrevista de 1965 realizada por Alain Badiou, donde explica que la “psicología” surge de la filosofía y que encuentra en el psicoanálisis la posibilidad de conmover los fundamentos filosóficos, porque realiza una experiencia autorizada por el descubrimiento del inconsciente, que valida esa misma experiencia.



Sigmund Freud propuso para la educación del analista la realización de un análisis, el conocimiento exhaustivo de la doctrina y el control regular de su práctica.



Jacques Lacan extremó estas exigencias. Digamos, aunque sea de paso, que los modos de organización y nominación del analista –más allá de la habilitación del Estado– es una de las claves para la comprensión del estado de la cuestión.



La historia como histeria



Si en 1910, en los festejos del Centenario, Germán Greve presentó las doctrinas de Sigmund Freud en un Congreso Internacional de Medicina e Higiene, en el Bicentenario vale la pena llamar la atención sobre el recorrido y sus resultados actuales.



En las primeras décadas del siglo pasado, con el trasfondo del positivismo, el psicoanálisis había interesado a médicos psiquiatras. Pero su práctica no era incluida en esta curiosidad. Thomas F. Glick, de la Boston University, registra que en España la influencia del psicoanálisis comienza por un cambio de hábitos en la práctica médica: en las fichas de los pacientes se anotan datos de su historia infantil.



Después de 1930, condenado por la URSS, el psicoanálisis es abandonado por los psiquiatras en unos casos, en otros se intenta relacionarlo con la reflexología.



Es Angel Garma, entre otros, quien instala el estatuto del psicoanalista –copiado del que se impuso en Nueva York– subordinado a la medicina. Es un psiquiatra, Miguel Kohan Miller, quien rechaza esta subordinación. Como psiquiatra, es psicoanalista y punto.



Estas historias no pasaban del testimonio personal, de la memoria colectiva, de la hagiografía grupal.



Cuando en 1970 me interesé por el tema sólo encontré una historia de la psicología en América publicada en 1954 por I. A. Foradori, y un libro breve de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) con semblanzas de los fundadores y la información sobre el “ejercicio legal” de la profesión.



Había historias de la psiquiatría, también de la psicología, pero era poco lo que se encontraba sobre el psicoanálisis.



Y, sin embargo, el psicoanálisis estaba en las revistas, en la radio, en la televisión, en el cine.



En algunas tendencias, como la encabezada por Jung, había adeptos de la alta cultura mezclados con otros de los arrabales culturales del ocultismo.



La entrada del psicoanálisis en la Argentina era un libro documentado, pero no intentaba ser un libro de historia ni cumplir con las exigencias de esta disciplina.



Era parte de esa historia-histeria y quería minar el mito fundacional del psicoanálisis relacionado con la IPA, a la vez que criticar sus postulados y hacer propaganda para las propuestas de Jacques Lacan. Y fue, sin querer, un libro bisagra entre la histeria de aquellas pasiones y la historia de “verdad” que se empezaría a escribir.



La historia que vendrá



“Para precisar mi tesis –escribe Koselleck–, los pronósticos son sólo posibles porque hay estructuras formales en la historia que se repiten, aun cuando su contenido concreto sea en cada caso único y sorprendente para los afectados.” Suscribo esta tesis porque el psicoanálisis conoce diferentes momentos de internacionalización y, en cada caso, pagó el precio de una transformación que modificó tanto su política como su experiencia clínica y sus elucubraciones explicativas. Ocurrió en el pasaje de Viena a Zurich, después con su entrada a Inglaterra y Estados Unidos, por último en Francia y diferentes países de la lengua castellana.



Hans R. Jauss estudió, de manera brillante, este juego de transformaciones que se produce entre lo exótico de la novedad y las condiciones de aclimatación. El resultado no arroja algo idéntico, pero tampoco es otra cosa. Se plantean problemas que son homólogos a los de la traducción. El cambio de contexto es un cambio de sentido. La aceptación de Melanie Klein en Buenos Aires, como lo ha mostrado Horacio Etchegoyen, tiene una importancia de la que carece en otras ciudades donde el psicoanálisis existe con la misma intensidad.



La historia que vendrá tiene trazado algo de su horizonte en los trabajos de Hugo Vezzetti, Hugo Klappenbach, Mariano Plotkin, Sergio Visacovsky, Alejandro Dagfal y otros.



Es una historia que promete superar la histeria, que se propone describir las divergencias sin preferencias por los nativos de las diferentes “tribus”, que hará de cada versión una carta en el mazo de la historia.



Pero dentro de esa historia ya existen diferencias. Si Elizabeth Roudinesco prologa el libro de Alejandro Dagfal, la Asociación Española de Neuropsiquiatría mantiene relaciones de intercambio con el equipo de Historia de la Psiquiatría impulsado por Juan Carlos Stagnaro, cuya actividad editorial ha permitido que los nuevos psicoanalistas lean los clásicos de la psiquiatría que encontramos en la tesis de Jacques Lacan y en tantos otros trabajos fundamentales que ampliaron el conocimiento del psicoanálisis, a partir de lo que dejaba aprender la experiencia de la psicosis.



Los actores sucesivos –psiquiatras, médicos, psicólogos– ahora operan de manera simultánea en la configuración del psicoanálisis. El estudio de estas transformaciones está pendiente de una mayor atención en trabajos futuros. En el pasado, la falta de atención de estas diferentes “habilitaciones” produjo cierta ceguera sobre efectos evidentes: los médicos promovían la psicosomática, los psicólogos los problemas de las interacciones “sociales” y los psiquiatras se reservaban el campo de lucha de los aparatos sanitarios donde los demás podían incluirse como “trabajadores de la salud mental”. El psicoanálisis menos comprometido con estas operaciones tuvo también mayor libertad para diseñar sus maneras de inserción.



Dentro del psicoanálisis



Freud en las pampas, de Mariano Plotkin, intentó situar diferentes momentos del psicoanálisis en una perspectiva atenta a la política. Pero para hablar del estado de la cuestión de la historia del psicoanálisis vale la pena tener en cuenta sus rasgos diferenciales. Y para esto contamos con un libro solitario y un poco desplazado de la escena de la historia. Me refiero a El idioma de los lacanianos, de Jorge Baños Orellana, que intentó la primera y única clasificación de los modos de transmisión del psicoanálisis entre nosotros. Son cuatro: “La versión kitsch está puesta al servicio del reclutamiento y la redacción de introducciones para futuros miembros. La resolución de enigmas es el espacio discursivo de las investigaciones monográficas, donde se disciplinan las capas medias. La épica se encarga de contar la historia oficial y de pronunciar las arengas que fraguan la identidad grupal. La neoclásica es el gendarme de las instrucciones del narcisismo intelectual y poético: vigila que cada miembro ocupe su puesto sin comprometer la estabilidad ideológica y jerárquica del lazo colectivo” (pág. 321). Es obvio que el libro de Jorge Baños Orellana introducía en el campo una perspectiva que sorprendía y se valía de una bibliografía que no era frecuentada por los interesados en problemas del psicoanálisis. Será leído en el futuro.



El anclaje de Jacques Lacan en Buenos Aires, el libro de Marcelo Izaguirre demorado por problemas editoriales, realiza una minuciosa red de referencias y conexiones que funcionan como el reverso del libro de Baños Orellana: no trata de los modos que se practican sino de lo que se exhibe, de los deslizamientos y los contrasentidos producidos por las políticas de los grupos y ciertos cálculos elementales de los agentes.



La lógica del testimonio



Sería imposible enumerar la cantidad de testimonios individuales y colectivos producidos por los agentes de la práctica analítica. Desde la Fundación Descartes hemos impulsado más de una actividad y varias publicaciones en este sentido.



E. Carpintero y A. Vainer, con el título Las huellas de la memoria, publicaron dos tomos con ese material testimonial que conduce a cierta paradoja: el testimonio, como el sueño, es inapelable. Es lo que es. Pero al igual que el sueño, está constituido por desplazamiento, inversiones, olvidos y falsos recuerdos. Todo eso configura lo que Freud llamaba una verdad –en el sentido de la novela familiar–, pero su valor referencial debe ser confrontado con algún documento.



Jacques Lacan, cuando define al testimonio, dice que es la máxima proximidad entre el enunciado y la enunciación. Es decir, no lo define por su valor de referencia. Es lo que, desde que existe el pase como procedimiento para extraer el núcleo de un análisis, puede llamarse la verdad mentirosa de cualquier discurso sobre sí mismo. Entonces, es el tratamiento del testimonio lo que lo convierte en historia.



La cuestión institucional



Lo sabemos, Sigmund Freud prefirió crear una Asociación Psicoanalítica Internacional por fuera de las facultades. Creo que conocía el texto de Kant llamado El conflicto de las facultades (1798), que fue analizado con particular agudeza por Jacques Derrida. Para decirlo rápido, el psicoanálisis tiene secretos muy particulares y tiene que enseñar cosas que también son singulares. A la inversa, Kant dice que en una facultad se enseña lo que el Estado quiere que se enseñe. Una historia del psicoanálisis no podría excluir como una cuestión fundamental el estado institucional del psicoanálisis.



La institución analítica, según el programa de Jacques Lacan, no sólo evita fundir el término analista con cualquiera de los títulos habilitantes que cobijan su práctica (psiquiatría, medicina, psicología), sino que pone en funcionamiento dispositivos que impiden que alguien pueda identificarse con la nominación de “analista” a secas. Hay más de un analista. Está el analista practicante que sólo declara su actividad, está el analista miembro reconocido como tal por la institución y, por último, está el analista de la escuela que ha realizado el “pase” que testimonia del recorrido de su análisis.



Una historia del psicoanálisis que ignorase las diferentes maneras que se usan para nominar en cada institución sólo sería la descripción de grupos profesionales heterogéneos y pintorescos y dejaría pasar lo que el asunto tiene de particular: Aquello que convierte al psicoanálisis en una experiencia singular surgida de la tensión entre la filosofía y la psicología (tensión en cuyo trasfondo está la psiquiatría). La incidencia que tuvo esa psiquiatría en la aparición misma del discurso de Freud ha sido estudiada por M. Gauchet.



La trama exterior



La historia que vendrá tendrá que considerar una trama que nunca fue estudiada de manera sistemática: me refiero a las diversas editoriales, a los grupos que las impulsaron, a los libros que tradujeron en cada momento –sea para propagar una corriente nueva, para neutralizar alguna otra, para sostener algo ya existente–, a los traductores que realizaron el trabajo, a los inversores no siempre profesionales del libro, etcétera. No basta conocer los catálogos de Nova, Paidós, Nueva Visión. Existieron, a lo largo de tantas décadas, editoriales ligadas a corrientes políticas (por ejemplo las impulsadas por el Partido Comunista que incursionaban en la psiquiatría para imponer la reflexología y para polemizar con el psicoanálisis). Hubo otras ligadas a la religión, como el caso de la editorial Lohlé, que publicaba al psicoanalista católico Ignace Lepp, entre otros. Existieron y existen las pequeñas editoriales impulsadas por agentes del propio psicoanálisis, con poca importancia en el mercado, pero con la autoridad suficiente como para jugar un papel fundamental en las configuraciones de los grupos que las producen. También editoriales dedicadas a otros temas, pero que tuvieron su colección de psicoanálisis (como la que dirigió Raúl Sciarreta para editorial Corregidor), así como algunos libros publicados por Sudamericana, Leviatán, De la Flor, Catálogos, Atuel y otras.



Falta también una investigación sobre los libros traducidos en España y México importados a la Argentina y sobre las lenguas de las cuales esos libros fueron traducidos.



Una historia del psicoanálisis no puede ignorar la circulación material que sostiene la trama de las actividades de enseñanza del psicoanálisis, cuya proliferación se extiende a diversas ciudades del país. No se trata sólo de Córdoba y Rosario, puesto que la enseñanza del psicoanálisis y su práctica se han implantado tanto en ciudades del norte como del sur del país y lo han hecho con grupos organizados, con publicaciones regulares y en diálogo con la cultura de cada lugar. Al pasar es interesante consignar que cuando se dedican suplementos a las ciudades del interior (por ejemplo, del norte) se recurre al cliché histórico que caracteriza a la cultura de cada una de ellas, a datos turísticos, y se ignora de manera regular la existencia de las redes del psicoanálisis que en muchos casos son una presencia importante en las actividades culturales de esas ciudades. Bastaría mencionar las casi treinta ciudades, que desde Río Gallegos hasta Jujuy, componen el Instituto Oscar Masotta con sus conexiones nacionales e internacionales. Las facultades implicadas en la investigación de la historia del psicoanálisis formarán equipos, realizarán investigaciones, crearán archivos, solicitarán la donación de materiales diversos; si esto ocurre, estoy seguro de que ocurrirá, la historia que vendrá habrá convertido los testimonios, las memorias y las demás producciones “militantes” de los diversos grupos en una nueva dimensión de la historiografría argentina que podrá entrar en el horizonte de expectativas que impulsa en la actualidad un interés creciente por la historia del país.



En conclusión



El estado de la cuestión, en lo que hace a la historia del psicoanálisis en el país, muestra la creciente complejidad de los trabajos que se realizan a partir de las versiones de los “nativos” y de la documentación que comienza a ser clasificada y conocida. A su vez, la posibilidad de una historia parece responder a la importancia que la práctica de esta disciplina adquiere en la actualidad. Lo prueba el hecho de que nuestros invitados externos, que hablan en nombre de la antropología y de la historia, hayan trabajado en universidades situadas en Alemania, Francia y Estados Unidos.



De manera que de los cien años del psicoanálisis en la Argentina se puede esperar lo que se desea: por mi parte, espero de esta actividad una escansión, un nuevo comienzo, que sepa que la autoridad del futuro realiza de manera diversa la transmisión de la autoridad del pasado.



* El texto anticipa la presentación del autor en el evento “Cien años de psicoanálisis en la Argentina”: jornada de debate público organizada por la Secretaría de Cultura de la Nación y la Fundación Descartes, mañana desde las 14 en la Biblioteca Nacional.


[Publicado en el diario Página 12, el Jueves 16 de abril de 2009]